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Ella es lo único que lo hace sentir…
pero desearla podría destruirlos a ambos.
Sin alma y atado a reglas tan brutales como inquebrantables, Kayde existe para obedecer, luchar y cumplir órdenes. No siente. No desea. No se rompe.
Hasta ella.
Cuando Quinn entra en la sala, todo dentro de él se agudiza.
El deseo es una amenaza.
La necesidad, una debilidad.
Y anhelar a una humana… es una lenta caída hacia la locura.
Pero Quinn no es cualquiera. Es una mujer con el corazón cubierto de cicatrices. Después de sobrevivir al cautiverio y abrirse paso de nuevo hacia la libertad, no busca un hombre. Mucho menos un alienígena letal con ojos vacíos y una voz hecha para el pecado.
Ella ve la oscuridad en él. Sabe que debería huir.
No lo hace.
Y cuando una misión fallida la deja atrapada sola con Kayde en una nave lanzada hacia el peligro, esconderse se vuelve imposible.
Resistirlo también.
Cada caricia es una prueba.
Cada momento, una guerra entre la lógica y el hambre.
Y cuando finalmente se rompe su control, no hay vuelta atrás.
Kayde fue creado para ser frío.
Pero con Quinn es salvaje. Es temerario. Es suyo.
Y si reclamarla despierta el alma que ya no tiene, destruirá a cualquiera—y todo—con tal de mantenerla.